Las ficciones que abordan problemáticas sociales tienen un poder doble: el de visibilizar y el de moldear la percepción colectiva. Por eso, la responsabilidad narrativa no es un detalle: es el eje. Un abordaje erróneo no solo puede reforzar estigmas, sino también distorsionar la comprensión del delito.
No todo lo que impacta, educa. La lucha contra el Grooming no se construye con héroes solitarios, sino con acompañamiento profesional, instituciones comprometidas y relatos que no revictimicen ni confundan.

